Bibliotecas vacías con sus libros llenos de lágrimas
nos cuentan historias que pocos queremos conocer.
Opresión, hambre, esclavitud.
Vidas incompletas y con un fin prematuro.
Poco. Nada.
¿Libertad? Es ajena, desconocida.
Los hombres de negocio son serios, los directores de cine son serios, los artistas son serios.
Todos son serios menos yo.
¿Cuándo vamos a poder desprendernos de vestiduras y mostrarnos por fin?
¿Cuándo vamos a valer más que unos pesos en el bolsillo?
El poder de unos pocos destruye a miles.
Tengo mi propia libertad como cualquiera de mi edad y en mi tiempo y espacio.
Soy lo que me gusta ser, amo, vivo, intento hacer lo que me gusta.
Y siento, siento sobre todo, mucho.
¿Por qué otros como yo no pueden?
No pueden expresar, sentir ni hacer. A veces ni vivir.
Cargan armas a corta edad.
Sufren, suplican felicidad.
Pasan hambre y sus bocas mueren de sed.
Sueñan como yo, como todos.
Quieren ser alguien en la vida, mejorar.
Conocen de guerras desde antes de nacer y
se enfrentan a una vida dura y difícil día a día.
Entonces, yo, ¿de qué me quejo cuando me quejo?
Yo soy lo que quiero mientras puedo,
y ellos, son lo que el tiempo hace de ellos.